Una misión sin fin: cómo la Iglesia atiende a los migrantes ante el olvido del gobierno mexicano

idi spaEn decenas de albergues, miles de centroamericanos que buscan el ‘sueño americano’ reciben ayuda, cobijo y alimento, que de otra manera no tendrían. “Donde come uno, comen tres”, dice un popular refrán.

En decenas de albergues, miles de centroamericanos que buscan el ‘sueño americano’ reciben ayuda, cobijo y alimento, que de otra manera no tendrían.

“Donde come uno, comen tres”, dice un popular refrán. Pero en los 25 albergues para migrantes que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) documentó en operación en México en 2015, este no es un refrán sino una regla cotidiana para hacer frente a la incertidumbre que les causa el número de personas que llegan buscando ayuda diaria. Hoy pueden ser quince o veinte, pero mañana pueden ser treinta, cuarenta o más, según la ruta y entidad por donde arriben.

Y la realidad es que estos miles de migrantes pueden comer, vestir, dormir y contar a veces con apoyo médico, legal o psicológico en su tránsito hacia Estados Unidos, es porque estos albergues son atendidos por sacerdotes y religiosos de escuelas pastorales y diócesis en 12 entidades del país.

Por un lado, la iglesia asume esta responsabilidad por considerarla parte de “la obra de Dios”. Pero más allá del discurso pastoral, la realidad es que también lo hacen porque al estar frente al migrante que pide ayuda, casi nunca encuentran a nadie dispuesto, excepto los sacerdotes. Ellos, a su vez, cuando necesitan apoyo de alguna dependencia municipal, estatal o federal para realizar esta labor, pocas veces obtienen respuesta. Y cuando la consiguen es más por excepción, que por regla; o al menos esa es la razón principal que dieron a HuffPost México los encargados de albergues migrantes situados en los estados de Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Coahuila.

Isaías 41:10 No temas, Yo estoy contigo

“Cuando los hombres cierran la puerta, Dios abre un portón”, sentencia el padre Flor María quien encabeza la Casa del Migrante en Tapachula, Chiapas. Aquí llegan anualmente un promedio de seis mil migrantes de los cuales ninguno es mexicano. “El 98 por ciento son centroamericanos y el resto ha llegado de Bangladesh, África, Haití, Congo; y Cuba, a consecuencia de los cambios a la ley ‘pies secos’. No sabemos si sea por el efecto (Donald) Trump pero aquí bajó un 40 por ciento el número de gente de paso”, afirma el religioso. Además, como parte del trabajo del albergue, asegura que se encargan de conseguir documentos de identidad para quienes los necesitan. “Ningún migrante puede salir de aquí sin documentos”.

De este albergue hay, por decirlo de una manera, una cadena de sitios hermanos en el país, casas de auxilio en Nuevo Laredo, Tijuana y Guadalajara; todas pertenecen al grupo misioneros de San Carlos Scalabrinianos, una congregación católica que nació en Italia con un enfoque particular en los fenómenos migratorios; hoy tiene presencia en 32 países donde se ubican más de 200 casas-albergues.

Su financiamiento económico proviene de tres lados: la ACNUR (la agencia de la ONU para refugiados), un fondo suizo y uno más holandés. “En octubre pasado el DIF estatal nos quitó un apoyo de 20 mil pesos que nos entregaban desde 2008, lo retiraron sin explicación alguna; quizás sea otro caso de corrupción. Una empresa privada nos ayuda con algunos donativos y la Secretaría de Relaciones Exteriores -a través de Cofepris- nos envió 31 mil confecciones de medicina”.

“Desde hace dos años, 64%de los bebés nacidos en hospitales de Tapachula son de madres centroamericanas”. -Padre Flor María

Por ser un punto límite con la frontera sur y la violencia que proviene de pandillas centroamericanas, Flor María ejemplifica con una historia real, el drama que viven casi todos los migrantes que llegan allí. “Una mamá me llegó sola con siete hijos y cuando le pregunté a dónde iba sola con ellos, dijo: no se olvide padrecito que nosotros allá en nuestro país, cargamos nuestro ataúd en la espalda día tras día porque cada momento y cada día, puede ser nuestro cementerio. Así que de morir en mi tierra o morir en el camino, prefiero morir dando un paso”.

De paso en paso esta mujer llegó a México y quizás esa sea la razón por la que el 70% de quienes llegan a esta casa del migrante, solicitan refugio a este gobierno. El sacerdote apunta un dato que no debe ser invisible: desde hace dos años, 64% de los bebés nacidos en hospitales de Tapachula son de madres centroamericanas.

Si bien las autoridades federales en turno no brindan un apoyo económico a esta casa, Flor María resalta otros apoyos que recibe en especie para sus protegidos. Se refiere a los reconocimientos que la Secretaría de Educación Pública les otorga en cada curso que allí imparten como estilismo, corte y confección, reparación de computadoras, refrigeradores y aire acondicionado. Cursos que, afirma el religioso, permiten a los migrantes buscar empleo en armadoras del norte del país.

“Si tenemos que hablar de un prójimo, México tendría que ver por los suyos. Pero hay que reconocer que a diferencia de otras naciones centroamericanas que no se mueven para nada, México por lo menos da a los migrantes, la posibilidad de hacer trámites legales, derecho a la escuela y servicios básicos. Y eso, en muy pocas naciones ocurre”.

Mateo 5:42 Al que te pida, dale

El Centro de Orientación al Migrante de Oaxaca (COMI), en el centro de la ciudad de Oaxaca, tiene capacidad para atender, máximo, 25 migrantes por mes. Pero ¿Cómo cerrar la puerta a otros más que solicitan ayuda? La respuesta fue apachurrarse un poco en el espacio físico, para sobrepasar su límite llegando a recibir hasta 40 migrantes. “Es porque Dios nos echa la mano para que salgan bien sus alimentos” relata Laura Fuentes, administradora del este lugar único en la capital del estado.

“México por lo menos da a los migrantes, la posibilidad de hacer trámites legales, derecho a la escuela y servicios básicos. Y eso, en muy pocas naciones ocurre”. -Padre Flor María

Aunque este albergue opera como una asociación civil, la realidad es que es dirigido por un sacerdote, el padre Fernando, quien, naturalmente- aplica ciertas normas propias de la religión para vivir el día a día. “La iglesia no tiene nada que ver con el albergue, que es arreligioso. No recibimos nada del gobierno, sobrevivimos con donaciones de la ciudad. El padre busca entre sus conocidos donación de azúcar, despensa y algunas escuelas que nos llegan a ayudar. Aquí los martes son días de plaza, así que pedimos comida o lo que nos puedan obsequiar en el mercado”.

A este lugar casi no llegan mexicanos por lo que, en cuestión de estadía, se da preferencia a los migrantes centroamericanos. Si solo van de paso hacia el norte pueden permanecer allí de uno a tres días; pero quienes han sido víctimas de delito tiene permiso para quedarse algunos días mientras las autoridades les otorgan una visa con duración de un mes. En ambos casos estos migrantes pueden hacer uso del teléfono, cobro de giros y servicio médico en caso de urgencia.

“El gobierno no se hace cargo de estos casos. Pero tampoco estamos al abandono porque en cierta forma la gente nos apoya. Por se
r una asociación civil, tenemos convenios con instituciones oaxaqueñas de ayuda al migrante mexicano. A veces tenemos donaciones en especie como un refrigerador o sartenes; hay empresas que nos donan despensa como salsa de soya o aceitunas; aunque siempre preferimos que nos ayuden con productos de primera necesidad como azúcar, frijol, detergente, cloro y pino. Por eso vamos día a día”.

Isaías 58:7 Comparte tu pan con el hambriento

“La Iglesia atiende el principio de la caridad”, afirma el padre Ramiro Bárcenas, sacerdote diocesano de San Andrés Tuxtla, Veracruz. “Es que no podíamos ver el sufrimiento de los hermanos migrantes y dejarlos en la calle, sin acogerlos porque -aunque es responsabilidad del Estado- nosotros estamos haciendo este trabajo como si fuera responsabilidad nuestra. Esta es la obra de Dios y seguirá con la fuerza del espíritu santo”, justifica el religioso que encabeza el albergue-casa del migrante Monseñor Guillermo Ranzahuer localizado en Oluta, Veracruz.

Este lugar recibió el año pasado (entre migrantes, refugiados y personas de paso) un promedio de tres mil personas. Sus estadísticas arrojan que el grupo más grande es de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos. Un segundo grupo -menor- son nicaragüenses, peruanos, cubanos y africanos. Y el tercero más pequeño, equivalente a la quinta parte, son mexicanos.

“Es hermoso atenderlos, pero a veces nos rebasan”. -Padre Ramiro Bárcenas

En 20 años de existencia este lugar apoyó primero a migrantes mexicanos que iban rumbo a Estados Unidos. Luego, sumaron aquellos de origen centroamericano que iban de paso. Y desde hace ocho años, comenzaron a recibir también refugiados; ellos son los únicos a los que se les permite permanecer en el lugar un promedio de tres a cuatro meses mientras resuelven su situación jurídica en México.

“También recibimos a los heridos de ‘La Bestia'”; dice el sacerdote en referencia a los migrantes que quedan amputados o lesionados físicamente por el riesgoso traslado del tren que corre del sur al norte de México. No obstante, aquí el equipo humano principal -además del religioso- se integra por una abogada y un trabajador social además el apoyo temporal que ofrece un equipo de trabajo de la ACNUR. “Es hermoso atenderlos, pero a veces nos rebasan”, lamenta.

Por ejemplo, para poder ofrecerles manutención temporal (de días hasta semanas) el padre Ramiro relata que la iglesia católica, su diócesis y un grupo de fieles realizan una colecta anual que les ayuda para sostenerse la mayor cantidad de meses posible aunque en algún momento del año deben enfrentar la realidad y salir a perdir ayuda. “Tenemos también bienhechores que en la medida de sus posibilidades nos apoyan además del apoyo de la ACNUR, pues no contamos con un dinero fijo de manera mensual. Por eso tenemos que buscarlo semana a semana”.

De vez en cuando, bajo ciertas circunstancias y de forma inconstante, el sacerdote y su albergue reciben apoyos gubernamentales. Lo mismo pueden enviar ropa usada o dotaciones de frijol o arroz. “La administración anterior sí nos apoyó: cada dos meses recibíamos un saco de frijol de 50 kilos, arroz, paquetes de café, aceite y leche Liconsa. Pero del nuevo gobierno no hemos recibido nada. Y del gobierno federal tampoco tenemos ninguna ayuda”, precisa.

Con la confianza que le da su propia fe, el padre Ramiro espera que quienes leen este reportaje puedan brindarles otro tipo de ayuda que requieren como zapatos, pasta dental, cepillo, jabón, mesas y sillas para comer, alimentos en especie y ropa en buen estado “porque la gente cree que nosotros y los migrantes somos basurero y a veces mandan la ropa rota que desechan”, dice con cierta indignación.

Aunque en este momento este albergue ocupa un espacio físico que pertenece a la iglesia católica, el sacerdote adelanta que próximamente abrirán un segundo con el apoyo de ACNUR “Los hermanos migrantes vienen buscando protección y se encuentran con un mínimo recurso de ayuda: duermen en la calle, por los montes, sin comer, sin bañarse, lastimados en el camino. A veces está la tentación de decir ¡Basta, estamos haciendo un trabajo que no nos pertenece! Sin embargo el Señor nos sigue impulsando este servicio y mientras sigan pasando migrantes, aquí estará el albergue”.

Lucas 14:13 Cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres

En la casa del migrante Emauss, en el municipio de Ciudad Acuña (estado de Coahuila, norte de México), el día empieza en el comedor donde los albergados pueden consumir un modesto menú compuesto de atole o café; y pan o galletas. La ligereza de estos alimentos provoca que las decenas de migrantes repatriados de Estados Unidos que llegan aquí tengan hambre al mediodía, por lo que en la mesa principal se colocan charolas con algunos refrigerios para matar el hambre: totopos, pan, más galletas o chicharrones, según el caso.

“El sostén de este lugar es la caridad de la iglesia”, resume Miguel Sánchez, quien trabaja aquí bajo las órdenes del padre Hermegildo Villalpando cabeza de esta casa y a quien es difícil localizar porque cuando no está aquí, está cumpliendo su labor en la iglesia a su cargo. “También nos apoyan otros grupos que vienen a las siete de la noche para compartirles a nuestros migrantes, fortaleza espiritual o a veces despensa. En ocasiones tenemos donaciones de pollo, cerdo o res combinado con algunas verduras, lo que nos permite en ocasiones que el menú de comida lleve arroz, frijol y un guisado”.

A este lugar tampoco llegan apoyos económicos de gobiernos locales; por esa razón el lugar carece de médicos, abogados, psicólogos o trabajadores sociales pues no hay dinero para el pago de una pequeña nómina. No obstante, en mayo pasado, en plena época electoral, se acercaron al lugar personajes cercanos a candidatos ofreciendo apoyos. “Eran bolsitas con despensa y bueno, la ayuda se agradece de donde venga. Aquí el único apoyo del gobierno que reciben los hermanos, es el pago del pasaje para regresar a su casa”.

La partida de algunos garantiza el ingreso de otros, un máximo de 45 repatriados al día. En los primeros años de funcionamiento de esta casa-albergue (en 2003) eran atendidos únicamente migrantes pero en los últimos años el aumento de deportaciones desde Estados Unidos dio un giro a su trabajo por lo que ahora la prioridad, son ellos. “Tenemos que hacer la obra de caridad aún con tantas limitaciones, la realidad es que es muy difícil tratar de atender las problemáticas de cada persona que llega aquí como, por ejemplo, en los casos de abuso. Nos es muy difícil porque las mujeres no quieren hablar mucho y nosotros no contamos con personal que las apoye”.

Corintios 9:6-7 El que siembra escasamente, escasamente también segará

El directorio de albergues para migrantes, documentado por la Organización Internacional para las Migraciones, resume que 22 de ellos operan bajo la batuta de la Iglesia. De un sacerdote español, de la parroquia del sagrado corazón de Jesús, la pastoral de migrantes del sureste, la diócesis de San Cristóbal de las Casas, los Franciscanos del Sureste de México. Además de la Diócesis de Tehuantepec (Oaxaca), Coatzacoalcos (Veracruz), Tlaxcala y Cuautitlán (Estado de México).

Mensualmente todos atienden un promedio de 9 mil 708 migrantes en los estados de Chiapas (seis albergues), Tabasco (uno), Oaxaca (cuatro), Veracruz (cuatro), Tlaxcala (uno), Edomex (uno), San
Luis Potosí (uno), Tamaulipas (dos), Nuevo León (uno), Coahuila (dos) y Chihuahua (uno). El listado incluye uno más en la CDMX mismo que no tiene nada que ver con aquel que anunció hace unos meses el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera y del cual no se tiene ninguna noticia.

Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante y ex funcionaria del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, explicó a HuffPost las razones por las que los albergues migrantes en México operan habitualmente bajo la dirección de la Iglesia. “Porque es un tema de coyuntura y ellos lo toman como una bandera propia. Los jesuitas trabajan en Tijuana y otros puntos de la frontera y aseguran que ésta es su vocación. Lo que debe de preocuparnos no es si son o no religiosos, sino que pese a su buena voluntad a veces no tienen dinero para seguir”.

Por su experiencia, Rendón refiere que México es un país de recepción, tránsito y expulsión de migrantes que abarca, además, con la figura de migrante de retorno (repatriado). “Y es verdad que el Estado aún no tiene capacidad para atender el fenómeno en estas cuatro vertientes. A veces la secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL) brinda apoyo a algunos albergues mediante ciertos programas, pero en ocasiones no todos cumplen con los requisitos que les piden. Me parece que sí, falta fortalecer la figura de los albergues. Pero ¿cómo hacerlo, si los propios albergues del DIF están desbordados? No podrían endosarles esta tarea a ellos. No es tan sencillo. Por eso el apoyo a estos lugares se reduce en gran medida de la voluntad política local”.

Fonte: The Huffington Post 

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