Las pandillas obligan a los hondureños a abandonar sus hogares y sus tierras

 Mientras que las pandillas se aprovechan de los hondureños, miles de propietarios se ven obligados a dejar sus hogares y sus tierras atrás.

Mientras que las pandillas se aprovechan de los hondureños, miles de propietarios se ven obligados a dejar sus hogares y sus tierras atrás.

TEGUCIGALPA, Honduras, 08 de septiembre de 2017 (ACNUR) – En las colinas sobre la capital hondureña de Tegucigalpa, Cecilia* señala una casa vacía, oscilando sobre una pendiente erosionada. Como muchas otras casas en el vecindario, no fue abandonada, si no que fue vaciada con amenazas de disparos.

“Un día, un miembro de la pandilla apareció en la casa y le pidió un vaso con agua al hijo que estaba sentado en la escalera”, dice Cecilia, una líder de la comunidad. “Cuando volvió con el agua, le dispararon”.

Ese fue el castigo que recibieron porque la madre del chico al parecer había hablado con la policía militar. Más tarde, la pandilla le envió a la madre un mensaje, dice Cecilia: si ella quería vivir, debía salir por la mañana y nunca volver.

Este es el destino de miles de hondureños que no siguen las órdenes de la pandilla que controla su vecindario. Durante años, las pandillas MS-13 y Barrio 18 han luchado calle a calle por el control de las ciudades y los pueblos de Honduras.

Obligando a las personas a huir de sus hogares y abandonar sus tierras es como las pandillas erradican a sus oponentes y establecen su dominio. Las casas abandonadas también sirven como señales de advertencia a posibles informantes, como zonas de amortiguamiento en territorios en disputa y como puntos de control estratégico.

En algunos casos, las familias son forzadas a salir de las casas para que las pandillas puedan establecer una base para manejar drogas o controlar el tráfico en los vecindarios. Se sabe que las pandillas usan los hogares abandonados como casas locas, donde retienen, torturan, violan y matan a las víctimas de secuestro.

Tres familias en la comunidad de Cecilia han abandonado recientemente sus casas. En el vecindario vecino en la colina, ella ha escuchado que tres o cuatro familias más abandonaron sus casas. Colina abajo ella supo de más familias que han hecho lo mismo.

El abandono de tierras y casas en Honduras, y su impacto en las comunidades, es el tema de un nuevo informe del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

“El desplazamiento de los hogares está afectando particularmente a las comunidades que tradicionalmente han sido marginadas”.

“Es importante reconocer que el desplazamiento de los hogares está afectando particularmente a las comunidades que tradicionalmente han sido marginadas y excluidas”, dice Andrés Celis, Representante del ACNUR en Honduras.

En un esfuerzo para prevenir el desplazamiento forzado y mitigar el impacto de la violencia, el ACNUR está trabajando en el terreno en Honduras para fortalecer las redes y la infraestructura comunitarias. Entre estos esfuerzos, ha ayudado a diseñar medidas de protección para que se incluyan en un proyecto de ley sobre desplazamiento forzado.

En conjunto con Caritas, ACNUR también ha comenzado un proceso de identificación de las casas abandonadas en Tegucigalpa y extenderá este proceso a 56 parroquias del país. La información recolectada será compartida con entidades gubernamentales para garantizar su inclusión en un sistema de registro, en caso de que se dé un proceso de restitución en el futuro. 

El vecindario de Cecilia está situado en peligrosos caminos de tierra que conducen hacia las laderas fuera de Tegucigalpa. Es una de las cientos de comunidades informales, muchas de las cuales surgieron después de la devastación del huracán Mitch en 1998, que desplazó a más de un millón de personas. Sin embargo, los vecindarios nunca fueron zonificados ni establecidos formalmente, significando que a menudo carecen de servicios básicos, incluso carreteras.

Las personas que viven en estos asentamientos informales no tienen escrituras o títulos de propiedad. En su lugar, ellos reciben un certificado de los líderes comunales electos, conocidos como “patronatas”, que confirman que son los dueños. Estos pueden facilitar la venta de las propiedades, de lo contrario, sus opciones son limitadas.

“Usualmente ellos no pueden hacer nada porque temen meterse con las pandillas”, dice Cecilia.

La ambigüedad legal sobre las propiedades en estas comunidades hace que sea aún más difícil que las víctimas de desplazamiento obtengan algo por sus propiedades. Cecilia ha escuchado únicamente del caso de una familia que logró vender su casa por 50.000 lempiras, apenas 2.000 dólares, aproximadamente un cuarto de su valor real.

“Una de las preguntas más grandes que debemos plantearnos es ¿Qué pasa cuando las personas pueden volver?”

“Yo creo que muchas de las personas que han huido esperan volver a casa”, dice Cecilia. “Pero hasta ahora no hemos visto a nadie que haya podido volver a su casa y reclamar su tierra”.

El desplazamiento en estas comunidades informales refuerza un ciclo de pobreza y enajenación. La policía inadecuada no protege a estas comunidades de las pandillas. Las pandillas desplazan a todo el que no les obedezca, y las familias quedan sin dinero, sin la pequeña cantidad de dinero que lograron hacer.

“Desempodera completamente, ser arrancado de tu vida de esa forma”, dice Cecilia. Incluso una vez que Honduras logre la paz para su conflicto con las pandillas, el desplazamiento pesará sobre los hondureños.

Por esta razón, un sistema de registro para la tierra y las viviendas abandonadas por el desplazamiento forzado es clave para la restitución y las soluciones duraderas.

“Una de las preguntas más grandes que debemos plantearnos es ¿Qué pasa cuando las personas pueden volver?”, dice Cecilia. “No hay ningún plan para permitirles a las personas volver a sus hogares o a sus tierras”.

*Algunos nombres han sido cambiados por razones de protección

Por James Fredrick

Fonte: ACNUR

pt_BRPortuguese
Pular para o conteúdo