Pachuca.- En los últimos meses, un elemento ha permeado la comprensión y la comunicación de los “problemas” que rondan a los procesos migratorios. La crisis, como aquel eje a través del cual se constituye el discurso y la opinión sobre el desplazamiento poblacional y el migrante, resulta en un componente de peculiar atención, no solo por sus referencias caóticas, también por sus enclaves novedosos.
Hablar de crisis migratorias en tiempos recientes reboza de amnesia y originalidad, como si nunca antes se hubiese presentado, como si su existencia fuera producto de unos entes desconocidos y ajenos que solo buscan alterar las formas de vida tan establecidas; pero, la historia se encarga de echarnos en cara tal error.
El éxodo generó desarrollo
La migración, como relación social, ha existido a la par de la sociedad, incluso le ha dado forma a culturas, civilizaciones y estados. Resulta impensable el desarrollo del sistema económico contemporáneo sin la movilidad que le dotaron aquellos aventureros comerciantes, o bien, la conformación de las “grandes naciones” sin los aportes que en el sector de la manufactura las y los migrantes hicieron durante los periodos de guerra.
Tal es el caso de las y los mexicanos que poblaron gran parte del sur de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, revitalizando sus fábricas y sus campos.
Hay que tener claros algunos elementos, pues este “espontáneo” (re)descubrimiento no solo es producto de los hechos que sirven de explicación de los éxodos como son la guerra, la pobreza, el miedo, entre otros, también es una repercusión de la intensificación que en los últimos años han tenido los procesos de movilidad social, permeando cada uno de los rincones del planeta, como lo refieren los datos publicados en el “Informe para las migraciones en el mundo 2020” de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Crece desplazamiento en años recientes
En ese documento se muestra que en los últimos 40 años la población migrante internacional se ha triplicado, al pasar de 84 millones de personas en 1970 a 249 millones en 2015.
Si bien, ese conjunto de personas solo representa el 3.4 por ciento de la población mundial, hasta 2015 las dificultades que generan en su dinámica repercuten de forma sustancial en las sociedades que son parte de los procesos, tanto en si son de llegada, salida, tránsito o las tres al mismo tiempo, como resulta el caso mexicano en la actualidad.
Esa problemática, de igual manera, es potencializada por la construcción y apropiación que en el discurso político se hace de la figura del migrante y de la migración; así, a la par de cuestionarse sobre aquellos elementos que propician el movimiento de personas, también es necesario enfatizar en aquello que se comprende por migrante o por migración, esto para no caer en las caracterizaciones desinformadas, burlonas y mitológicas de la figura que algunos agentes se han encargado de difundir.
Migración y discriminación
Diversos trabajos en ciencias sociales han logrado sustraer toda esa carga simbólica que ronda entre la relación de nosotros y ellos, entre las poblaciones establecidas y las que están en movimiento. El estudio que realizaron los sociólogos Norbert Elías y John Scotson en la comunidad Winston Parva, en Inglaterra, es muestra de ello.
Ese análisis puso en cuestionamiento no solo los elementos biológicos y económicos como determinantes en las relaciones desiguales, también permitió ahondar más sobre los elementos sociales que posibilitan las relaciones discriminatorias.
Mientras que los dos grupos compartían nacionalidad, clase y cultura, uno de ellos veía al otro como de “menor categoría” dado a razones relacionadas con la apropiación del territorio e historicidad de las relaciones vecinales.
Así, los grupos establecidos hacia el uso de toda una maquinaria, como el chisme y las mentiras, para demeritar el actuar y la existencia del otro conjunto se hacían valer de su posición dentro de la estructura política y comunitaria otorgándole al grupo la etiqueta del marginado, tanto simbólica como legal.
Relaciones de desigualdad, el otro rostro
Sin entrar más en detalles, una de las intenciones de mi investigación de postgrado es la de poner en evidencia que, a pesar que los discursos de rechazo ahonden sobre cuestiones de “pureza racial” (una discusión que la mayoría de las veces carece de sustento científico), invasión o sanidad como justificación del mismo, lo que hay detrás, lo que mueve toda la maquinaria de la exclusión, es la perpetuación de las relaciones de poder y dominación, es decir, relaciones de desigualdad.
No es que un grupo tenga “menor categoría” que otro, es solo que el dominante no pretende alterar su capacidad de dominar y de explotar.
Así, si trasladamos toda esa construcción al discurso de la migración, resultaría interesante reflexionar sobre quiénes son aquellos que se encargan de divulgar los elementos negativos sobre las personas en ese estatus y cuáles son su motivos; quizá, encontremos que varias personas solo buscan perpetuar una dinámica de explotación.
Esa reflexión resulta de suma importancia para el contexto nacional, pues las caravanas y el cierre de las fronteras han propiciado un cambio en la percepción que la población tiene sobre la migración, pues tan solo hay que recordar que la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadi) 2017, antes de las caravanas y el reforzamiento del discurso de rechazo a ese sector, ya visualizaba los siguientes resultados:
El 39.1 por ciento de la población de 18 años y más no le rentaría un cuarto de su vivienda a una persona por ser extranjera.
Al agrupar las categorías tono de piel, peso o estatura y forma de vestir, o bien, arreglo personal, que forman parte de la “apariencia” de los individuos, se observa que más de la mitad de la población (53.8 por ciento) en el rango de edad mencionado ha percibido discriminación en el último año debido a esos rasgos.
Esos datos son de suma importancia cuando al migrante se le ha caracterizado, históricamente, como un marginal y suele ser identificado por elementos de “portación”.
Lo que pretendo, tanto con mi investigación como con este artículo, es visualizar los componentes sociales que conforman la figura de dicho sector poblacional y caracterizan a la migración para entenderlos como tal, como hechos creados en la dinámica social y, por lo tanto, con intencionalidad y posibilidad de transformación.