Más de un siglo de estudios indican que la tasa de delincuencia es menor entre los nacidos en el extranjero que entre los nacidos en el país
Más de un siglo de estudios indican que la tasa de delincuencia es menor entre los nacidos en el extranjero que entre los nacidos en el país
Elisa García
La inmigración se asocia a menudo con la delincuencia. Según una encuesta internacional (International Social Survey Programme), 51% de los encuestados de toda Europa y el 50,3% de los españoles están de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación "los inmigrantes hacen que aumente el índice de delincuencia".
Las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestran también que el aspecto negativo de los inmigrantes que más destaca, a bastante distancia de los demás, es el relacionado con la delincuencia y la inseguridad. Y entre los encuestados que sienten menos simpatía por los inmigrantes, la mayoría argumenta que se debe a su vinculación con la delincuencia y el crimen organizado.
Pero si en lugar de fijarnos en percepciones subjetivas nos fijamos en la investigación científica, encontramos algo muy diferente: más de un siglo de estudios indican que la tasa de criminalidad es menor entre los nacidos en el extranjero que entre los nacidos en el país. Según datos oficiales de EEUU entre 1990 y 2012, cuando tanto la inmigración legal como la irregular alcanzaron niveles históricos, la tasa de criminalidad a nivel nacional disminuyó, especialmente en ciudades y regiones con alta concentración de inmigrantes como Los Ángeles, las ciudades fronterizas de San Diego y El Paso, Nueva York, Chicago y Miami (Rombaut y Ewing, 2017).
Los resultados en España son similares. Ha sido el país europeo con mayor crecimiento de la población inmigrante. De hecho, entre 2000 y 2014 se produjo un aumento exponencial de la población inmigrante, alcanzando 10% de la población total según datos del Instituto Nacional de Estadística. Este aumento de la población inmigrante no ha ido acompañado de un aumento de los índices de criminalidad. Al contrario, la tasa de criminalidad en España ha descendido ligeramente, siendo España el tercer país europeo con menor tasa de criminalidad según datos de Eurostat. Es decir, mientras la población inmigrante ha crecido considerablemente en España, la delincuencia ha descendido ligeramente.
En España, en 2012 se realizó un estudio sobre la delincuencia y las tasas de inmigración, en el que también se tuvieron en cuenta las tasas de desempleo, el nivel educativo de la población, la concentración de la población en zonas urbanas, la edad, el origen de la población inmigrante y el PIB per cápita. Las conclusiones de este trabajo confirman que no existe relación entre inmigración y delincuencia (Borrego et at). Esta falta de relación también se ha constatado en otros estudios europeos.
En concreto, se ha analizado la supuesta relación entre la concentración de inmigrantes en determinadas zonas de Bélgica y el nivel de delincuencia a lo largo de cinco años. Tras realizar un análisis multivariable de varios grupos con distintos orígenes étnicos, el resultado fue que no existía tal relación directa entre inmigración y delincuencia, y que las condiciones socioeconómicas, concretamente el desempleo, es una variable que explica mejor la delincuencia en la comunidad que el origen extranjero (Bircan y Hooghe, 2011).
A veces hay zonas o barrios en algunas ciudades con altos índices de delincuencia donde también hay un alto índice de inmigración. Un estudio comparó a los puertorriqueños que vivían en Nueva York, que tenían altas tasas de homicidios, con los puertorriqueños que vivían en otras partes de EE.UU., que tenían tasas similares a las de la población blanca. Este resultado permite concluir una vez más que no existe relación entre inmigración y delincuencia, ya que los inmigrantes del mismo origen que se asientan en zonas distintas tienen un índice de delincuencia diferente (Rosenwaike y Hempstead, 1990).
Estos mismos resultados se han obtenido en estudios similares con mexicanos y cubanos (Lee, Martínez y Rodríguez, 2000). Por lo tanto, los científicos creen que la diferente tasa de delincuencia de los migrantes depende de las condiciones de violencia en las zonas de refugio.
Es más, un número considerable de estudios ha demostrado que, aunque el contexto social de residencia influye en el comportamiento delictivo de inmigrantes y nativos, en numerosas ocasiones, al comparar ambos grupos, se observa una menor tasa de delincuencia entre los inmigrantes (entre otros, Portes y Stepick, 1993; Hawkins, 1999; Martínez y Lee, 2000).
En definitiva, un siglo de investigación sobre la supuesta relación entre inmigración y delincuencia demuestra que la participación delictiva de los inmigrantes es diversa y que, a diferencia de lo que piensa la opinión pública, suelen tener una tasa de delincuencia menor que el colectivo autóctono y son más resistentes a la delincuencia en contextos desorganizados. Por todo ello, quizá deberíamos preguntarnos de dónde viene y con qué intereses la percepción de que los inmigrantes aumentan la delincuencia en nuestras calles.
Elisa García España es Catedrática de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Málaga.
Fuente: El Diario – 08/02/2018