Cerca de la estación de autobuses de la ciudad de Boa Vista, grupos de inmigrantes de Venezuela sostienen carteles que dicen "Busco trabajo". Por toda la ciudad fronteriza, otros inmigrantes -hombres y mujeres- duermen en tiendas de campaña instaladas en plazas públicas y en un polideportivo transformado en albergue de hacinamiento, mientras otros piden dinero en la calle y lavan parabrisas de coches.
Por Anastasia Moloney
BOGOTA (Thomson Reuters Foundation) - Cerca de la estación de autobuses de la ciudad de Boa Vista, grupos de inmigrantes procedentes de Venezuela sostienen carteles que dicen "Busco trabajo".
En toda la ciudad fronteriza, otros migrantes -hombres y mujeres- duermen en tiendas de campaña instaladas en plazas públicas y en un pabellón deportivo convertido en refugio de hacinamiento, mientras otros piden dinero en la calle y lavan parabrisas de coches.
Decenas de miles de venezolanos cruzaron la frontera con Brasil el año pasado, tratando de escapar de una economía en ruinas con una inflación de tres dígitos.
Muchos cruzan para comprar alimentos y medicinas y luego regresan. Pero otros se quedan, como los más de 12.000 venezolanos que solicitaron asilo el año pasado en el estado de Roraima, cinco veces más que en 2016, según datos policiales.
Desesperados por encontrar trabajo y ganar dinero para alimentar a sus familias, estos inmigrantes venezolanos corren un alto riesgo de ser víctimas de la trata para trabajos forzados y prostitución.
"Los venezolanos huyen con la esperanza de una vida mejor y de tener alternativas", afirmó Euridice Márquez, oficial de prevención del delito y justicia penal de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
"Cuando estás en esta situación, eres realmente presa de cualquier tipo de explotación y abuso", dijo.
Con la afluencia de inmigrantes vulnerables, los estados brasileños del Amazonas se han convertido en centros de trata de seres humanos.
Los inmigrantes varones son explotados como trabajadores agrícolas por salarios bajos y las mujeres como prostitutas o empleadas domésticas.
"Estamos sufriendo una crisis migratoria en Amazonas y Roraima... estos estados están en la frontera y son los más vulnerables", afirmó Fernanda Fuentes, analista de programas de la ONUDD en Brasil.
Trabajos forzados
Apoyada por la Unión Europea y la ONUDD, la Defensoría Pública Federal (DPU) presta asistencia jurídica a personas vulnerables, entre ellas inmigrantes venezolanos.
La DPU cuenta con una unidad móvil que se desplaza a zonas rurales remotas y lleva desde 2015 identificando casos de explotación laboral entre inmigrantes venezolanos en grandes explotaciones, según Fuentes.
Según Fuentes, los ganaderos y agricultores locales que buscan mano de obra barata y temporal explotan a los inmigrantes venezolanos, incluidos los del grupo indígena venezolano warao.
Al pasar por la estación de autobuses de Boa Vista en camiones, buscan a venezolanos en busca de trabajo, ofreciéndoles normalmente una suma de 1.000 reales al mes, más del salario mínimo, según Fuentes.
Nada más llegar a las explotaciones ganaderas y las plantaciones, los trabajadores inmigrantes beben agua de los arroyos y reciben un cuenco de arroz para comer y cenar, explica.
Tras terminar un mes de trabajo, los trabajadores son llevados de vuelta a Boa Vista, pero a menudo reciben la mitad de lo prometido.
"Te dicen que tienes que descontar la comida que has tomado, el agua que has bebido, los gastos, así que es muy diferente de lo que te prometen cuando subes al camión", explica Fuentes.
Los fiscales se enfrentan a una ardua batalla para conseguir condenas, ya que los trabajadores inmigrantes rara vez pueden identificar la granja o a sus propietarios.
"Se suben al camión y caminan durante unas seis horas, sin saber adónde van, no tienen ni idea", explica Fuentes.
Las venezolanas son más vulnerables a ser obligadas a prostituirse y explotadas como empleadas domésticas, según Fuentes.
En mayo, la Policía Federal llevó a cabo una investigación sobre la presunta explotación sexual de 15 mujeres venezolanas en el estado de Roraima.
"A veces los reclutadores y los granjeros piensan que están ayudando de verdad... dándoles algo de comer, algo por lo que trabajar... sin reconocer que la gente tiene derechos", dijo Márquez.
Fuente: Reuters