La violencia de las bandas en Guatemala, El Salvador y Honduras provocó la huida de 175.000 personas entre 2011 y 2016, la mayoría mujeres y niños; para ACNUR, la situación es límite
La violencia de las bandas en Guatemala, El Salvador y Honduras provocó la huida de 175.000 personas entre 2011 y 2016, la mayoría mujeres y niños; para ACNUR, la situación es límite
Por Victória Brotto
En Italia
"¿Por qué tantos niños migrantes?" grita la salvadoreña Irma Deras. Abuela de tres niños, uno de los cuales fue asesinado a pocos metros de su casa por una de las maras -nombre con el que se conoce a las bandas de Honduras, El Salvador y Guatemala-. Y es por los asesinatos, secuestros, torturas y violaciones que cometen que, en los últimos cinco años, 175.000 personas -en su mayoría mujeres y niños- han huido del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (TNCA) a países como México y Estados Unidos.
Esta cifra, según Naciones Unidas, se ha multiplicado casi por diez en los últimos cinco años. "El número de personas que huyen de la violencia en estos países ha crecido a niveles sin precedentes", dijo a MigraMundo Francesca Fontanini, funcionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en México. "Esta es una situación de refugiados, no sólo un fenómeno migratorio", agregó.
"Bang, bang, bang. Y supe que era mi hijo", dice Deras, levantando los brazos. Con el cuerpo de su nieto en brazos, gritó a los traficantes: "Dios os va a juzgar por lo que le habéis hecho a mi hijo". El pequeño de la señora Deras no aceptó formar parte de las maras, así que lo mataron.
Los objetivos de estas bandas son principalmente niños y mujeres: niños porque no pueden ser detenidos por tráfico de drogas; y mujeres para que sean sus "novias": una vez capturadas, las violan y las matan. Según datos de ACNUR, 66.000 niños no acompañados solicitaron asilo en Estados Unidos en 2014. En México, en un año (2015 a 2016) el número de solicitudes de asilo de niños sin sus padres aumentó en 65% - en tres, de 2013 a 2016, el aumento fue de 416%. Según la encuesta Children on the Run realizada por ACNUR en 2014, el 48,61% de los niños solicitantes de asilo en México alegaron intimidación, amenazas y abuso sexual como motivos para abandonar su país.
María chasquea los dedos mientras habla de su hermana, Isabel, que desapareció cuando María tenía 6 años y nunca la volvieron a encontrar. "Estamos seguros de que fueron los Maras", dice la niña, que huyó de El Salvador a México con su familia. "Mi mamá estaba tan triste por Isabel que Melody nació prematura, tenía el tamaño de un pájaro y temíamos que muriera". La mamá de María, según ella, "nunca se dio por vencida con Isabel". "Mi madre nunca se rindió con Isabel. La buscó durante tres años, pero sabíamos que nunca volvería", dijo la niña a uno de los equipos de ACNUR.
Además de que sus hijos e hijas sean violados, perseguidos, torturados o capturados, los padres se ven obligados a pagar los elevadísimos "impuestos de guerra". En Honduras, la vecina de Priscila no pagó. Pocos días después la encontraron muerta con sus cinco hijos. Según la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, el porcentaje de asesinatos en Honduras es el más alto del mundo, con 90,4 por cada 100.000 habitantes.
"En una escala del 1 al 10, ¿cuál es el nivel de catástrofe humana en estos países?", preguntaba el informe a Francesca Fontanini, del ACNUR en México. "Diez", respondió. Pero a pesar del nivel máximo de catástrofe, con decenas de miles de mujeres y niños huyendo y sus vidas en peligro, Francesca afirma que "esta situación no ha conseguido atraer tanta atención como la crisis de los refugiados en Europa". En un comunicado, la ONU califica la situación en Centroamérica de "crisis silenciosa e ignorada".
"Cerrar las fronteras e imponer restricciones sólo complica la situación y produce rutas aún más peligrosas para estos migrantes. Aumenta el riesgo de ser secuestrados, traficados, violados o asesinados", añade Francesca.
Cooperación internacional
La brutalidad de la violencia y el número de refugiados procedentes de los países del TLCAN llegaron a oídos del expresidente estadounidense Barack Obama. En junio de 2014, acudió a la televisión para llamar la atención de los estadounidenses sobre la "situación de crisis humanitaria" en la región.
El 4 de agosto de 2015 se firmó el Acuerdo de San José, en el que los países de destino de estos migrantes, como Canadá, Estados Unidos, México, Belice, Costa Rica y Panamá, se comprometieron a combatir la violencia en los países del TNCA, mejorar sus programas de asilo y refugio tanto en los países de tránsito como de destino y promover la cooperación regional.
Pero en 2017, el escenario cambió tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Según The Guardian, la administración Trump redujo a la mitad el número de refugiados aceptados por EE.UU. cada año, de 110.000 a 50.000. "Entrar en EEUU como refugiado es la forma más difícil de entrar en este país: el proceso puede durar hasta 36 meses y ya incluye un control por parte de entre 12 y 15 agencias de seguridad, incluyendo el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Defensa y la CIA", explica Jennifer Sime, directora del programa estadounidense del Comité Internacional de Rescate, que ayuda a reasentar refugiados.
Con un cambio de escenario, México ya no es un país de tránsito, sino de destino. Según datos de ACNUR, el número de niños y familias que buscan protección internacional en México ya crecía exponencialmente. Entre 2011 y 2016, el número de solicitantes de asilo creció en 1050%. "ACNUR prevé que 20,000 personas más solicitarán asilo en México, basándose en el aumento de 8.3% por mes en el número de solicitantes de asilo que hemos tenido desde enero de 2015", señala Francesca.
Coyotes, detenciones y deportaciones
Tras huir de una violencia que pone en peligro su vida, estos refugiados siguen necesitando dinero para pagar a los coyotes y sobrevivir al cruce de unas fronteras cada vez más cerradas. Iván tuvo "muchos hijos", tres de los cuales fueron asesinados por la MS y la Mara 19 (bandas locales). "¿Quieres oír mi historia? Por desgracia, es buena", dice. Su hijo mayor recibió diez disparos cuando salía del trabajo a las 6.30 de la mañana tras su turno de noche en una fábrica de papel. Su otro hijo recibió una llamada cuando llegó a casa, pidiéndole que abandonara la casa o los matarían a todos. Se marchó y fue asesinado. "Dijo que volvería pronto", cuenta Iván, desolado. El otro hijo de Iván fue atropellado por las maras. Los tres fueron asesinados tras negarse a unirse a las bandas locales.
Después, él y su familia dejaron todo lo que tenían - "para que no mataran a nuestros otros hijos"- y se enfrentaron a otra tragedia, la travesía hacia México. De camino a Ciudad de México, les robaron y sólo llegaron hasta Tapachula, la ciudad fronteriza de Guatemala con México. Cuando llegaron a México, él y su familia fueron detenidos. "El tiempo que estuvimos detenidos fue una tortura",
dice Iván. "Los que huíamos de las maras estábamos ahora en un territorio donde era más probable que estuvieran, en la cárcel".
El número de refugiados detenidos ha alcanzado los cientos de miles. Según el ACNUR, 214.000 refugiados fueron detenidos en México y Estados Unidos y devueltos en 2016. Ese mismo año, 34.000 menores no acompañados fueron deportados. "Después de sobrevivir a situaciones traumáticas y viajes peligrosos, cuando finalmente llegan a un país seguro, los refugiados necesitan encontrar un entorno acogedor donde se respeten sus derechos y donde se les ayude con sus necesidades básicas", defiende Fontanini, que añade. "Todos los gobiernos de la región deben mantener sus fronteras abiertas para garantizar que estas personas tengan un acceso seguro".
Iván y su familia fueron encontrados por el ACNUR y ahora viven en una habitación de hotel en México, donde esperan una respuesta a sus solicitudes de protección internacional.
María, que chasquea los dedos cuando recuerda a su hermana desaparecida Isabel, vive ahora también en México y asiste a un centro de apoyo a la infancia de la región. Le gusta dibujar en el cuaderno que se trajo de El Salvador, una de las pocas pertenencias que salvó durante su desesperada huida. La niña, que ahora tiene 14 años, sueña con vivir en Japón, estudiar diseño gráfico y convertirse en arquitecta. En cuanto a cosas más serias, María dice que quiere tener un acuario y coleccionar cangrejos azules.
Fuente: MigraMundo
