En la actualidad, Europa se ha convertido en uno de los principales centros de atracción de la migración internacional. Esto es relativamente nuevo, teniendo en cuenta que a finales del siglo XIX y principios del XX esta región expulsó a millones de sus ciudadanos a América y Australia. Se han producido cambios radicales, especialmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La necesidad de reconstrucción y el rápido crecimiento económico favorecieron, por un lado, la migración interna -especialmente de los países del sur de Europa a los del norte- y, por otro, las políticas para atraer trabajadores de las antiguas colonias. Entre 1960 y 1973, por ejemplo, el número de extranjeros en Alemania pasó de 300.000 a más de 2 millones.
Roberto Marinucci