El flujo de venezolanos hacia Brasil se ha intensificado en los últimos meses, tras la reapertura de la frontera a finales de junio. Y con él, se han hecho aún más evidentes las dificultades a las que se enfrentan los migrantes y las organizaciones responsables de los servicios de acogida en Roraima, la principal puerta de entrada a Brasil.
La frontera brasileña con Venezuela, en la ciudad de Pacaraima (RR), estuvo cerrado durante más de un añoEsto se hizo desde marzo de 2020 hasta junio de este año, mediante ordenanzas que alegaban razones sanitarias debidas a la pandemia. Durante este periodo, se restringió la entrada de inmigrantes y solicitantes de asilo. Quienes entraban ilegalmente no podían obtener sus documentos ni solicitar refugio, e incluso podían enfrentarse a una deportación sumaria. La medida, que viola los tratados internacionales sobre refugiados, sigue siendo cuestionada por la sociedad civil y los tribunales.
Flujo migratorio de venezolanos
Según datos de la Plataforma de Coordinación Interinstitucional para los Refugiados y Migrantes en Venezuela (R4V) hay más de cinco millones de inmigrantes y refugiados venezolanos repartidos por todo el mundode los cuales cuatro millones siguen en América Latina o el Caribe. En Brasil hay 261.441, lo que sitúa al país como el quinto destino migratorio de esta población, por detrás de Colombia, Perú, Ecuador y Chile.
Se trata de personas que ya se encontraban en una situación vulnerable en su país y que emigraron como estrategia de supervivencia, explica Sor Maria do Carmo dos Santos Gonçalves, directora e investigadora del Centro Scalabriniano de Estudios sobre Migraciones (CSEM): "Son migraciones forzadas por el contexto. No es sólo una migración económica, es una migración forzada por una crisis que, de hecho, el país afronta hoy", afirma.
Con la reapertura de la frontera el 23 de junio, la ciudad y el estado han visto una fuerte afluencia de venezolanos, mientras que las estructuras no se han adaptado para atender a esta población.
Además, todos los que entraron a través de "trochas" -caminos irregulares a través de la selva- durante más de un año, cuando la frontera estaba cerrada, y sólo ahora pueden acudir a los organismos oficiales para regularizar sus documentos. Como consecuencia, el número de personas que necesitan asistencia es mucho mayor que la capacidad existente en la actualidad.
Falta de estructura
Pacaraima es una ciudad de tránsito. Desde allí, inmigrantes y refugiados esperan a que se tramiten sus documentos para poder continuar hacia Boa Vista o participar en el proceso de internalización a otras regiones de Brasil. Pero algunos de ellos pasan semanas en albergues o en las calles de la ciudad, esperando a ser regularizados e internalizados. E la ciudad carece de estructura para garantizar un mejor apoyo, señala Sor do Carmo, que ve la situación de los sin techo como consecuencia de la escasa capacidad de los albergues en relación con el número de personas.
Además de los dos refugios de la Operación Bienvenida, BV-8 y Janokoida, un encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señala que hay otras 17 ocupaciones espontáneas, creadas por instituciones o líderes comunitarios de la región. Aun así, no es suficiente para albergar a todos.
La hermana María, que estaba en la ciudad para un proyecto de investigación "Reconstruir vidas en las fronteras"El trabajo organizado por el CSEM demuestra que los albergues se han quedado pequeños. "Ni siquiera los gestionados por instituciones de la sociedad civil pueden acoger a todo el mundo, porque faltan fondos para aumentar la capacidad y también porque el número de personas en la ciudad ha aumentado mucho", afirma.
La situación en Roraima
Según datos de la OIM, en Pacaraima había en junio 71 migrantes viviendo en la calle, mientras que en septiembre había más de 2.300 en la ciudad. Otros 1.600 migrantes se encuentran en ocupaciones ilegales públicas, a menudo espacios y edificios inacabados en situación precaria. En septiembre había 4.225 venezolanos sin hogar en la ciudad, entre ellos personas en las situaciones más vulnerables, como mujeres embarazadas, niños, ancianos y personas con dificultades para caminar/discapacidades físicas.
En Boa Vista, la capital con 13 estructuras de la Operación Acogida, hay 1.803 migrantes sin hogar, 825 de ellos en el centro de acogida y apoyo (PRA) de la estación de autobuses y 122 en la calle.
El presidente Jair Bolsonaro visitó los refugios de la Operación Bienvenida en Boa Vista a finales de septiembre, pero decidió no ir a Pacaraima. En una transmisión en directo a través de Facebook, Bolsonaro dijo que Brasil es un "país que respeta profundamente el sufrimiento ajeno" y que trabaja para "acoger e integrar" a los venezolanos.
Para Alba González, periodista y venezolana residente en Brasil desde hace seis años, Brasil puede acoger inmigrantes, pero es necesario mejorar toda la infraestructura para atenderlos mejor. Así, es necesario ampliar sobre todo la capacidad de alojamiento y servicios, pero también señala que hay que pensar más allá del asistencialismo y buscar formas concretas de integrar a estas personas en la sociedad con estabilidad económica.
"La ley no es suficiente. Está muy bien, pero necesitamos establecer una política nacional de migración y refugiados que respalde nuestras acciones", añade la Hermana.
Reacciones
En agosto de 2018, un intento de robo por parte de un venezolano en Pacaraima desencadenó una reacción violenta de la población local contra los inmigrantes en general. Decenas de ellos fueron perseguidos, golpeados y quemadas sus pertenencias, además de ser empujados hacia el lado venezolano de la frontera. Durante el acto, los brasileños cantaron el himno nacional en una distorsionada muestra de patriotismo.
Evitar que se repitan situaciones como ésta es una preocupación latente entre la sociedad civil que trabaja con venezolanos en Roraima. Pero la hermana Maria percibe cierta tensión y rechazo entre los habitantes de la ciudad hacia los venezolanos, algo incluso más complejo que un sentimiento xenófobo.
"La falta de servicios en la ciudad afecta a la población brasileña que vive en ella, y esto puede provocar un sentimiento de animadversión hacia los inmigrantes", explica. También señala que la ciudad ya carecía de muchos servicios, y que la situación empeora con el número de personas que llegan.
González señala que el hecho de que sean "extranjeros y pobres" provoca cierto rechazo en la sociedad brasileña, pero que se trata de un prejuicio que hay que deconstruir para que las dos poblaciones puedan convivir en equilibrio. El periodista señala que no sólo los venezolanos se benefician de trasladarse a Brasil, sino que la sociedad brasileña también gana mucho con el encuentro de culturas.
"La integración social de los inmigrantes debe hacerse de forma más organizada", concluye.
Redes de solidaridad
La presencia de voluntarios y de la sociedad civil es un elemento clave para garantizar servicios y derechos a los inmigrantes en Roraima. Además, los propios inmigrantes intentan ayudarse mutuamente siempre que pueden.
"A pesar de todo, vimos mucha resistencia y buena voluntad entre los migrantes para ayudarse mutuamente. Hay una gran red de migrantes que quieren ayudarse mutuamente", afirma la Hermana María. Señala que los migrantes están asumiendo un papel protagonista en la situación, incluso en un contexto de vulnerabilidad.
Es el caso de Vicky Márquez, que salió de Venezuela en 2016. Llegó por la frontera de Pacaraima y hoy, tras pasar por el proceso de internalización, vive en Curitiba. Utiliza sus redes sociales y grupos en aplicaciones de chat para formar una "comunidad de apoyo" a los migrantes que llegan o quieren llegar al país.
Marquez cuenta que, cuando salió de Venezuela, no tenía tantos conocimientos sobre la migración y los documentos necesarios aquí en Brasil, y por eso tuvo muchas dificultades. Por eso decidió ayudar a otros emigrantes que, como ella, están llegando al país.
"No quiero que otros pasen por la experiencia que yo viví", afirma.
Toda la información que publica en sus redes sociales, en grupos o en sesiones individuales de asesoramiento se hace de forma gratuita y voluntaria, en un esfuerzo por ayudar a las personas a adaptarse o superar dificultades.
