Los niños de Texas tienen miedo. Claro, no todos, sólo los hijos de migrantes. “En las escuelas, algunos maestros les dicen que quienes no son blancos se irán del país”, cuenta Rosa Sanluis, una trabajadora del hogar de origen mexicano que radica en Estados Unidos desde hace 22 años.
Ciudad de México. Los niños de Texas tienen miedo. Claro, no todos, sólo los hijos de migrantes. “En las escuelas, algunos maestros les dicen que quienes no son blancos se irán del país”, cuenta Rosa Sanluis, una trabajadora del hogar de origen mexicano que radica en Estados Unidos desde hace 22 años.
Ella ya consiguió la ciudadanía, pero muchas de sus compañeras de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas (NDWA, por sus siglas en inglés) aún no. Los pequeños no son los únicos atemorizados por las amenazas de Donald Trump: muchas de las agremiadas a la NDWA no se atreven a viajar a otros estados por el peligro de ser detenidas, añade.
Rosa lleva el apellido del lugar donde nació, el estado de San Luis Potosí. Llegó a Estados Unidos a los 28 años, como muchos, sin documentos y buscando una mejor vida, señala en entrevista telefónica. Su hogar, el de su esposo y sus dos hijas, de 15 y 13 años, ahora es el Valle de Río Grande, Texas.
Por labores domésticas gana el sueldo mínimo: 7.25 dólares por hora. “Aunque aquí no es tanto, es mucho más de lo que podría cobrar en México”. Sin embargo, la vida del otro lado de la frontera es más cara, “los gastos son mayores, así que gano para irla pasando”, apunta.
De acuerdo con la NDWA, en aquella nación 95 por ciento de quienes trabajan en los hogares son mujeres. De ellas, casi la mitad son migrantes y 23 por ciento recibe un sueldo por debajo del salario mínimo estatal.
Rosa Saluis recuerda: “este trabajo lo hacían nuestras hermanas afrodescendientes, ahora lo hacemos las migrantes”. Quizá algunas cosas han mejorado, pero sigue siendo una labor discriminada e invisible. Lo peor es que muchos empleadores se aprovechan del estatus migratorio de las mujeres “y no les pagan”.
Debido a la Ley Nacional de Relaciones Laborales, vigente desde 1935, ni ellas ni los trabajadores del campo pueden asociarse en sindicatos. Con ese contexto y ante “la narrativa misógina de la nueva administración”, el pasado 22 de enero cientos de integrantes de la NDWA participaron en la Marcha de las Mujeres en Washington.
“Juntas somos poderosas”, dice esa mujer de rostro moreno, ojos pequeños y enorme convicción de que construirán un movimiento sin precedentes. La intimidación que sufren los niños en las escuelas con el amago de ser deportados, la inspira a continuar. “Mis hijas no son tan pequeñas, pero para mí siempre serán unas niñas. Y los adultos podemos lidiar con esto, pero ellos son más vulnerables”.
Las trabajadoras agremiadas en la NDWA y “que no tienen papeles” ya no se pueden mover tan fácil a otros estados para participar en las actividades de la organización o para recibir entrenamiento. Trump ha dicho que “los mexicanos somos ladrones y vivimos del sistema. Nosotros somos trabajadores y las mujeres aportamos mucho a este país”.
Fonte: La Jornada – UNAM