Los migrantes, un “comercio muy rentable” en una isla tunecina

idi spa“Es un comercio muy rentable”, exclama Ibrahim, miembro de una red de traficantes que aprovecha el vacío de seguridad en una isla tunecina del archipiélago de Kerkennah para ganar dinero enviando a Europa a miles de migrantes que se juegan la vida.

Una red de traficantes, que aprovecha el vacío de seguridad, lucra enviando a Europa a miles de personas

“Es un comercio muy rentable”, exclama Ibrahim, miembro de una red de traficantes que aprovecha el vacío de seguridad en una isla tunecina del archipiélago de Kerkennah para ganar dinero enviando a Europa a miles de migrantes que se juegan la vida.

El fin de semana pasado, al menos 66 personas -en su mayoría tunecinos- murieron al naufragar la embarcación en la que viajaban en las costas de Kerkennah, archipiélago situado frente a Sfax (este), la segunda ciudad más importante del país. Las labores de rescate han permitido socorrer a 68 personas. Algunas oenegés temen un balance superior a 100 muertos.

El año pasado ya murieron 46 migrantes cuando su embarcación chocó con otro barco. El ministro del Interior, Lotfi Brahem, fue destituido y será reemplazado de forma provisional por el de Justicia, Ghazi Jribi, informó el gobierno.

Desde hace un año, Ibrahim (el nombre ha sido modificado) hace de intermediario entre los migrantes que buscan un futuro mejor en Europa y los traficantes, una tarea por la que gana 500 dinares (unos 165 euros) por persona, dijo a la AFP.

“La ausencia de policía fomenta las salidas hacia Italia”, afirma este treintañero.

Durante los dos últimos años, las Kerkennah -16.000 habitantes- se han convertido en una plataforma de salida hacia Europa debido a “un vacío de seguridad”, confirma a la AFP Jlifa Shibani, portavoz del ministerio del Interior.

En lo que va de año, según Túnez, casi 6.000 migrantes intentaron realizar la travesía, de los cuales 2.064 desde las Kerkennah, añade.

El “vacío de seguridad” se remonta a unos disturbios de 2016 en el archipiélago, cuando manifestantes incendiaron comisarías durante protestas contra el grupo petrolero británico Pétrofac. Desde entonces, “el número de policías disminuyó considerablemente”, afirma Shibani.

Además, cuando los migrantes son detenidos, la justicia los suele dejar en libertad, añade un responsable de seguridad que pide mantener el anonimato.

Los candidatos al exilio “saben que en caso de arresto en la región de Sfax y Kerkennah, los soltarán rápidamente”, lamenta.

Consciente del problema, el primer ministro Yusef Shahed exhortó a desmantelar “cuanto antes” las “redes criminales que se aprovechan de estos jóvenes que quieren emigrar y ponen en peligro su vida”.

Las autoridades buscan a presuntos traficantes y anunciaron la destitución de varios responsables de seguridad de Sfax y Kerkennah. Unas medidas que no desaniman a Ibrahim quien, calzado con sandalias de plástico y abrigado con un anorak azul, avanza por una pista que lleva, tras ocho kilómetros, a Al Jorf, punto de reunión de los candidatos al exilio.

Según todos los testimonios, de allí partieron el sábado 180 migrantes. Varias fuentes aseguran que la embarcación, prevista para la mitad de la gente, se hundió al cabo de tres horas.

“Muerto en vida”
Delante de la morgue del hospital universitario Habib Burguiba de Sfax, varias familias lloran mientras esperan su turno para recoger los cuerpos.

“¡Las autoridades quieren dejar morir a nuestros hijos! ¡Los jóvenes ya no tienen esperanza aquí! ¡Están perdidos!”, grita Fareh Jlifa, padre de Riadh, originario de Hama, cerca de Gabès (sur), dado por desaparecido.

Lívido y con los labios deshidratados, Kais, un joven de Mahdia (este), espera delante de un hospital noticias de su hermano Zubeir, de 17 años. Al cabo de una hora, una enfermera lo llama para que identifique “el cuerpo de un adolescente”.

“No hay diferencia entre estos muertos y yo. Yo también soy un ‘muerto en vida’. ¡No tengo presente ni futuro! (…) ¡Mi país no me ofrece nada y no me quiere, quiero irme de él a cualquier precio!”, afirma un superviviente de la tragedia que pide conservar el anonimato.

Lleva la pierna izquierda vendada por una herida sufrida en el naufragio en el que asegura haber “vivido el horror”.

“Nadé durante cuatro horas, empujaba los cuerpos que flotaban hacia la derecha y la izquierda, me agarré a una plancha hasta que llegaron la guardia marítima y los militares”, afirma. “La próxima vez, ¡lo conseguiré! No me quedaré a vivir en Túnez”, asegura.

Fonte: El Observador

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