El cómico grita “Hola negrito” a la multitud reunida en la Plaza de Armas, hace algunos chistes y entonces observa a una pareja comiendo helado de vainilla.
POR JACQUELINE CHARLES
SANTIAGO DE CHILE – El cómico grita “Hola negrito” a la multitud reunida en la Plaza de Armas, hace algunos chistes y entonces observa a una pareja comiendo helado de vainilla.
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“¿De dónde son ustedes?”, pregunta Cristián Matías al hombre y la mujer, quienes responden orgullosos que son haitianos.
“Qué bueno que no estén comiendo chocolito, porque si no se comerían los dedos”, dice el artista callejero.
La mayoría de los presentes, chilenos, ríe. Pero la pareja haitiana parece ofendida.
Momentos más tarde, el comediante pronuncia otro insulto, esta vez gritándole Masisi —término peyorativo en creole para los hombres gay— mientras dos jóvenes haitianos caminan entre la multitud.
Matías insistió más tarde a un reportero que no es racista y que los chistes son diversión sana. Pero los haitianos, y expertos en racismo y discriminación en Chile, dicen que tales expresiones son la clase de humillación sutil, y no tan sutil, que los inmigrantes negros tienen que soportar en la nación sudamericana.
“El racismo tiene mucha fuerza en Chile en este momento”, dijo Yvenet Dorsainvil, inmigrante y escritor haitiano quien se mudó a Chile hace nueve años para ir a la universidad. “Es tan fuerte que a veces uno piensa que la gente es de otro siglo”.
A medida que Chile se convierte en un destino importante para los migrantes de Haití, República Dominicana y países sudamericanos con poblaciones negras, la ola de inmigrantes ha provocado preocupaciones sobre la xenofobia y racismo en una sociedad que desde hace mucho se considera a sí mismo no solo blanca, sino más blanca que la mayoría de los demás países latinoamericanos. Aunque no es algo único de Chile, el racismo tiene características especiales aquí, dicen observadores, desde los casos extremos hasta la violencia más sutil o microagresiones.
“No debe haber ninguna razón para vincular la migración con el racismo porque son dos fenómenos muy diferentes”, dijo María Emilia Tijoux, socióloga chilena y experta en asuntos de raza. Pero Tijoux dijo que los migrantes negros latinoamericanos y los de Haití experimentan diferentes niveles de violencia como resultado del racismo en Chile y “los que sufren el racismo más directamente son los haitianos”.
“La situación de los hombres y mujeres haitianos aquí es muy seria”, dijo.
En menos de un decenio, Chile, un país donde anteriormente casi no había negros, la población de personas de esa raza ha aumentado significativamente. De menos de 5,000 personas en el 2010, la población de haitianos ahora ha llegado a más de 100,000, según Diálogo Interamericano, un grupo de estudios de Washington.
Esta mayor visibilidad de los haitianos, dijo Tijoux, los ha sometido a todo tipo de racismo en la vida diaria, desde la forma en que los chilenos los ven, hasta como los tratan, lo que afecta su integración a la sociedad chilena.
Algunas veces, esas expresiones de racismo —como las palabras de Matías— son tan sutiles que los haitianos no las reconocen como racistas, especialmente si no entienden español. Otras veces es muy obvio, como cuando las autoridades encontraron hace poco tiempo a cinco haitianos albergados en un establo para animales en Villarica, en la región de Araucanía.
“Los explotan”, dijo Tijoux de los haitianos. “Los encuentran viviendo en corrales para animales. No les pagan el salario mínimo. No les dan un contrato de trabajo, tienen que trabajar muchas horas y los maltratan constantemente”.
Los haitianos dicen que muchas veces se hacen de la vista gorda ante el prejuicio de los chilenos porque tienen un problema mayor: ganarse la vida. Pero a veces es difícil ignorar lo que sucede.
La misma semana que se alegó que el presidente Donald Trump se había referido a Haití como “un país de mierda”, lo que molestó a los haitianos en todas partes, los que estaban en Chile ya estaban resentidos con el documental Adiós Haití, que se trasmitió en la televisión chilena. Presentado como una forma “de aprender sobre la dura realidad de los habitantes [de Puerto Príncipe], un lugar de un calor intolerable, sucio y con aguas albañales por doquier”, el documental alimentó tensiones y acusaciones de racismo por parte de haitianos que temen estar en el centro de la atención preocupados de que todos los chilenos ahora los vean negativamente.
“Muchos chilenos han comenzado a mirarnos mal, como si en nuestro país no hay nada que valga la pena, como si vivíamos peor de lo que vivimos aquí”, dice Marc-Henri Romulus, de 28 años.
Dorsainvil, quien ha vivido en Chile desde hace casi un decenio, entiende la preocupación de la comunidad haitiana a llamar la atención en momentos que su futuro en el país es incierto.
Dorsainvil, autor del primer diccionario español-creole de Chile, ha experimentado todas las formas de racismo, dijo. Hace poco, cuando trató entrar en un club con dos amigos que venían de Brasil, fue interrogado exhaustivamente a la entrada sobre cuanto dinero tenía para gastar.
Cuando preguntó por qué a otras personas las dejaban entrar sin preguntarles nada, le dijeron “porque son turistas. Los haitianos no son turistas”.
El año pasado, después que publicó el diccionario, Dorsainvil dijo que su página de Facebook fue inundada con epítetos racistas, personas que lo llamaron “mono” y le dijeron que “regresara a la selva”.
“En todas partes hay racismo, pero aquí dicen lo que quieren”, afirmó Dorsainvil, quien defiende los derechos de los inmigrantes como miembro de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes.
Dorsainvil dijo que ese racismo parece dirigido específicamente a los haitianos. “Si es una persona negra que viene de Estados Unidos y habla inglés, la tratan muy bien”.
El activista se preocupó tanto por el tono antiinmigrante durante la campaña presidencial de Sebastián Piñera el año pasado que aceptó participar en un video del candidato opositor Alejandro Guillier, de centroizquierda. Guillier terminó perdiendo ante Piñera, pero el video provocó una fuerte retórica racista de un miembro ultranacionalista de extrema derecha.
Un mensaje lleno de epítetos lo calificó de “negro bastardo” y “mono negro”, y le exigió regresar a Haití.
Pero donde los haitianos sufren más racismo y discriminación es en el trabajo, donde muchas veces tienen que realizar labores mal pagadas en la agricultura, la construcción y la limpieza de calles, dijo Dorsainvil, empleos disponibles para los recién llegados haitianos sin documentos. Pero incluso si son profesionales, no pueden trabajar en sus campos porque Chile no reconoce los títulos profesionales de Haití.
Hace 20 años, la cantidad de afrodescendientes en Chile era pequeña y muy localizada en el Valle de Azapa, en el norte del país. Muchos en Chile nunca habían visto a una persona negra. Pero con la llegada de afroperuanos en los años 1990 y afrocolombianos a principios y mediados de los años 2000, eso empezó a cambiar, dijo Cristián Doña-Reveco, experto chileno en migración. El resultado, dijo es que “Chile se dio cuenta que era un país racista por todos los estereotipos que los chilenos tenían sobre los afrodescendientes”.
“Chile ha sido descrito en los medios de comunicación como la California del sur… así que hay esta idea de que los migrantes vienen a Chile a buscar su sueño americano”, dijo Doña-Reveco, director del programa de estudios latinos en la Universidad de Neb
raska en Omaha. “El problema es que Chile tiene una sociedad muy estratificada y los inmigrantes afrodescendientes tienen problemas para integrarse debido al contexto de la recepción que enfrentan”.
Los haitianos son especialmente vulnerables.
“La gente ve a los haitianos vendiendo caramelos en la calle, así se forma el estereotipo de ser negro y pobre”, dijo Doña-Reveco. “Esto crea una actitud negativa en muchos chilenos sobre los haitianos. En blogs y en internet dicen cosas como ‘Están contaminando la ciudad’ ”.
Expertos y observadores dicen que los chilenos tienden a olvidar que la esclavitud de negros africanos en el país terminó en 1832.
“Muchos en Chile tienen esta perspectiva de que somos el producto de una raza pura”, dijo Rodrigo Delgado, alcalde de la comuna Estación Central de la capital, Santiago, cuyo abuelo emigró desde Palestina.
“La gente ha olvidado que la mayoría de nosotros somos fruto de la migración”.
Fonte: El Nuevo Herald – 01/03/2018